Actualizaciones de Filipinas

En estos meses no hemos podido hacer muchas cosas: imposible movernos, viajar, llegar físicamente a nuestra gente en las aldeas y a los que nos han enviado sus peticiones de ayuda. Sin embargo, hemos seguido recibiendo nuestro apoyo de las maneras que son posibles, a través de paquetes de alimentos, medicinas, estímulos, tratando de hacernos presentes aunque sea con mensajes a distancia en situaciones de riesgo de las que somos conscientes y que han aumentado en este tiempo.  Se ha desarrollado una buena red de contactos que permite hacer frente a imprevistos y situaciones de abuso familiar que, lamentablemente, han aumentado durante el encierro. Las autoridades locales se han comprometido a distribuir ayuda, así como muchas otras organizaciones religiosas y caritativas, pero se trata de una ayuda pequeña comparada con las necesidades reales: es imposible llegar a todo el mundo y durante tanto tiempo. De hecho, el cierre comenzó el pasado 14 de marzo. Al no trabajar se carece de recursos para alimentar a la familia, los precios han aumentado y las compras siguen estando controladas.

La situación de la escuela es todavía incierta. El Presidente de la República ha declarado que sólo si hay vacuna se puede volver a la escuela. Pidió a las escuelas que prepararán programas alternativos, lecciones en línea, a través de la radio, la televisión y lecciones preparadas para que se puedan llevar a cabo a distancia. Estos programas requieren el uso de la tecnología digital, lo cual, por supuesto, es imposible en muchas zonas de nuestro país. Es absurdo pensar que para los que viven en zonas remotas, rurales y desfavorecidas pueda haber acceso a Internet, en Mindoro hay lugares donde ni siquiera hay electricidad todavía.  Además, en varias áreas, el teléfono móvil sigue siendo la única herramienta virtual para toda la familia. Muchos padres han decidido no continuar estudiando mientras esperan que se reanude la escuela «normal».

Las clases escolares se interrumpieron el pasado mes de marzo, pero las lecciones de vida continuaron: aprender a vivir en una dimensión diferente y esencial, compartir el miedo de toda la comunidad, nación y mundo, aprender a actuar con prudencia y respeto por el bien de todos.

Algunos escritos de nuestros hijos que expresan el deseo de volver a la escuela, de reanudar una vida más normal, de ver a sus padres recuperar la serenidad y el trabajo, de saber que el virus ha sido finalmente derrotado, revelan el malestar experimentado en estos meses y la conciencia del sufrimiento y la destrucción que un virus invisible ha llevado de un extremo al otro del mundo. En algunas zonas declaradas «Covid Free», libres de todo contagio, la gente está empezando a vivir de nuevo gradualmente, pero la normalidad parece cada vez más lejana porque muchos han perdido sus empleos, sigue siendo difícil poner en el mercado productos agrícolas y pescado debido a los límites impuestos al transporte. Tantas dificultades pero también el deseo de superarlas de la mejor manera posible.

Esta experiencia ha ayudado a todos a ampliar sus horizontes, a rezar, a temer y a tener esperanza con las personas cercanas y lejanas unidas por esta pandemia.

Hermana Rosanna Favero, persona de contacto local

 

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